
Tiritan los huesos en su particular anfiteatro de músculo rosado y crujen, poco, pero crujen, cuando golpeo la mesa carcomida.
Ni eso.
Cada lengua, rebozada de minúsculas notas, canta en su propia tonalidad. Ahí, en tus labios, reposa un esbozo de sal, azúcar o un pedacito de lo que fuera una gran arquitectura mineral encontrada en el borde de un camino. Sí que sabes, sí, y lo trazaste en pentagramas zigzagueantes sin tansiquiera sostener un pensamiento. Sería una osadía decir, por ejemplo, sinfonía.
Abrazas los susurros que peina el viento y te ovillas en un largo etcétera. Te escondes en él aún sin saber su peso incipiente, meciéndote en las manos de quien amasa algo. Algo. Sería una osadía decir, por ejemplo, duna.
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* kaj tiel plu (k.t.p.) : en esperanto, etcétera.
** las dunas del desierto de Sand Mountain, en Nevada, Estados Unidos, emiten un sonido en la tonalidad de Do Mayor; en el desierto de Chile el sonido es en Fa Mayor, y en Marruecos en sol menor.